Salmo de David cuando huía de su hijo Absalón Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos dicen de mí: «Ya no lo protege Dios». Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al Señor, él me escucha desde su monte santo. Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor. Levántate, Señor; sálvame, Dios mío: tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla, rompiste los dientes de los malvados. De ti, Señor, viene la salvación y la bendición sobre tu pueblo. Este salmo responde a un momento dramático de la vida del rey David. Su hijo Absalón se ha rebelado contra él, ha sublevado a una parte del pueblo y ha ocupado el trono. David, con una tropa de fieles, hostigado por sus enemigos, se ve obligado a huir de Jerusalén y busca refugio en Galaad. En esta angustiosa huida , podemos imaginar a David entonando este