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Mostrando entradas de abril 24, 2024

Salmo 41 (40)

Salmo de David Sáname, Señor, porque he pecado contra ti. Dichoso el que cuida del pobre y desvalido; en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor. El Señor lo guarda y lo conserva en vida, para que sea dichoso en la tierra, y no lo entrega a la saña de sus enemigos. El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor, calmará los dolores de su enfermedad. Yo dije: «Señor, ten misericordia, sáname, porque he pecado contra ti.» A mí, en cambio, me conservas la salud, me mantienes siempre en tu presencia. Bendito el Señor, Dios de Israel, ahora y por siempre. Amén. . . . En el antiguo Israel, como vemos tantas veces en las lecturas evangélicas, sanación, salud y bondad moral van unidas. La enfermedad solía achacarse a una mala conducta, a un pecado del propio enfermo, de sus padres o de sus antepasados. Así mismo, la desgracia era interpretada como un castigo por malas acciones. Hoy nos rebela esta forma de pensar. ¿Qué culpa tiene un enfermo, qué pecado ha cometido para sufrir