Poema de los hijos de Coré Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron, nuestros padres nos lo han contado: la obra que realizaste en sus días, en los años remotos. Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles, y los plantaste a ellos; trituraste a las naciones, y los hiciste crecer a ellos. Porque no fue su espada la que ocupó la tierra, ni su brazo el que les dio la victoria, sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro, porque tú los amabas. Mi rey y mi Dios eres tú, que das la victoria a Jacob: con tu auxilio embestimos al enemigo, en tu nombre pisoteamos al agresor. Pues yo no confío en mi arco, ni mi espada me da la victoria; tú nos das la victoria sobre el enemigo y derrotas a nuestros adversarios. Dios ha sido siempre nuestro orgullo, y siempre damos gracias a tu nombre. Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas, y ya no sales, Señor, con nuestras tropas: nos haces retroceder ante el enemigo, y nuestro adversario nos saquea. Nos entregas como ovejas d