Salmo de David El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas, repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. Las palabras de este salmo nos resultan muy familiares. Es, quizás, el más recitado y cantado de todos. Lo solemos escuchar en funerales, pero también en ocasiones más alegres y festivas. Es una oración de confianza total en Dios. El salmo toma imágenes del Antiguo Testamento propias de los reyes y las aplica a Dios. Para el pueblo de Israel, de origen nómada, la imagen de un pastor es muy expresiva: el pastor cuida de las ovejas, las lleva a buenos