1Aleluya. Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; 2 que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey. 3 Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; 4 porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes. 5 Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: 6 con vítores a Dios en la boca y espadas de dos filos en las manos: 7 para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a las naciones, 8 sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro. 9 Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles. ¡Aleluya! . . . Penúltimo salmo. El Aleluya resuena con más fuerza, acompañado de cítaras, tambores y danzas. Ya no sólo cantamos, danzamos ante Dios. Lo adoramos con la mente, con el corazón, con la voz y con el cuerpo. La invitación es al regocijo y la alegría completa. ¿Por qué?, podemos preguntarnos. ¿Qué motivos tenemos hoy