Salmo de David. En memoria . Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera. Tus flechas se me han clavado, tu mano pesa sobre mí. No hay parte ilesa en mi carne a causa de tu furor; no tienen descanso mis huesos a causa de mis pecados. Mis culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas. Tengo las espaldas ardiendo, no hay parte ilesa en mi carne; estoy agotado, deshecho del todo; rujo con más fuerza que un león. Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia, no se te ocultan mis gemidos; siento palpitar mi corazón, me abandonan las fuerzas y me falta la luz de los ojos. Mis amigos y compañeros se alejan de mí, mis parientes se quedan a distancia; me tienden lazos los que atentan contra mí, los que desean mi daño me amenazan de muerte, todo el día murmuran traiciones. Pero yo, como un sordo, no oigo; como un mudo, no abro la boca; soy como uno que no oye y no puede replicar. En ti, Señor, espero, y tú me escucharás, Seño