El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe. . . . En un mundo hipercomunicado, como este en que vivimos, parece que una de las formas preferidas de diálogo es la crítica , el comadreo y sacar a relucir las miserias y trapos sucios de los demás. En las calles, en las comunidades vecinales y parroquiales, entre amigos, en los platós de televisión, en las redes sociales... en todas partes reinan los murmullos y las acusaciones. El mal-decir se ha convertido en un hábito fuertemente arraigado. Y el salmo de hoy, justamente, nos habla de todo lo contrario. El salmo nos habla del bien-decir: de la alabanza, la bendición.