Del siervo del Señor, David, que dirigió al Señor las palabras de esta canción, cuando el Señor lo libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl. Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza. Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi liberador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador. Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido. Cuántas veces se ha acusado al cristianismo de ser una religión de débiles, un consuelo barato, un remedio para someter a los espíritus inseguros, cargándoles de miedo y de culpa. Ciertamente, para los creyentes, la fe en Dios es un consuelo, una fuente de fortaleza y de energía que nos anima en las horas más bajas. Pero los versos de este salmo no reflejan miedo ni estrechez de corazón. Al contrario, exultan de aleg