De David Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. En tiempos de crisis y dificultades como los que vivimos, vale la pena leer con calma y profundizar en estos versos. Nos invitan a no caer en el alarmismo ni en el miedo, a no desanimarnos, sino dilucidar qué nos dicen estas líneas. Las escrituras siempre traen una palabra de aliento y esperanza. Este salmo es una exclamación de gozo y una llamada a la paz. Con Dios a nuestro lado, nunca vacilaremos. Él no es un Dios lejano e inalcanzable, sino nuestro «lote, nuestra heredad»: lo hemos recibido como regalo, él mi