Salmo de Asaf. ¡Qué bueno es Dios para el justo, Dios para los limpios de corazón! Pero yo por poco doy un mal paso, casi resbalaron mis pisadas: porque envidiaba a los perversos, viendo prosperar a los malvados. Para ellos no hay sinsabores, están sanos y orondos; no pasan las fatigas humanas, ni sufren como los demás. Por eso su collar es el orgullo, y los cubre un vestido de violencia; de las carnes les rezuma la maldad, el corazón les rebosa de malas ideas. Insultan y hablan mal, y desde lo alto amenazan con la opresión. Su boca se atreve con el cielo. Y su lengua recorre la tierra. Por eso se sientan en lo alto y las aguas no los alcanzan. Ellos dicen: «¿Es que Dios lo va a saber, se va a enterar el Altísimo?». Así son los malvados: siempre seguros, acumulan riquezas. Y dije: ¿para qué he limpiado yo mi corazón y he lavado en la inocencia mis manos? ¿Para qué aguanto yo todo el día y me corrijo cada mañana? Si yo dijera: «Voy a hablar con ello