Salmo de David ¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro? ¿Hasta cuándo he de estar preocupado, con el corazón apenado todo el día? ¿Hasta cuándo va a triunfar mi enemigo? Atiende y respóndeme, Señor, Dios mío; da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte, para que no diga mi enemigo: «Le he podido», ni se alegre mi adversario de mi fracaso. Porque yo confío en tu misericordia: mi alma gozará con tu salvación, y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho. Los salmos de súplica son los más numerosos en el Salterio. Quizás porque nuestra oración, muchas veces, está motivada por la angustia y la desesperación. Cuando no sabemos a quién más recurrir... ¡acudimos a Dios! Hay momentos en la vida en que Dios parece ocultarnos su rostro . Se esconde, calla, está tapado como el sol tras las nubes. Las cosas nos van mal, los problemas nos angustian, los «enemigos» nos acosan. Y clamamos al cielo. ¡Atiéndeme y respó