Poema de los hijos de Coré Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten: «¿Dónde está tu Dios?». Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: cómo entraba en el recinto santo, cómo avanzaba hacia la casa de Dios entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta. ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué gimes dentro de mí? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío». De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza, la oración al Dios de mi vida. Diré a Dios: «Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué voy andando, sombrío, hostigado por mi enemigo?». Se me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: «¿Dónde está tu Dios?». ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué gimes dentro de mí?