Salmo de David cuando huía de su hijo Absalón
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí: «Ya no lo protege
Dios».
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi
gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene. No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor; sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis
enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.
Este salmo responde a un momento dramático de la vida del
rey David. Su hijo Absalón se ha rebelado contra él, ha sublevado a una parte
del pueblo y ha ocupado el trono. David, con una tropa de fieles, hostigado por
sus enemigos, se ve obligado a huir de Jerusalén y busca refugio en Galaad.
En esta angustiosa huida, podemos imaginar a David entonando
este salmo de auxilio. ¡Qué humillación para el rey, tener que huir de su
palacio y su sede! Y qué dolor saber que el enemigo es su propio hijo. En la
antigüedad, que un rey cayera en desgracia era signo de que su dios protector
lo había abandonado. Pero David no se resigna a su suerte y clama a Yahvé. Si
hay algo llamativo en David es que, pese a los muchos peligros y vicisitudes
que atravesó, no pierde jamás la fe. Confía en Dios, y confía regresar a su
ciudad. El monte santo es la colina de Sion, donde se construiría el futuro
templo.
Podemos leer este salmo cuando nos encontramos en
situaciones muy apuradas, acosados o víctimas de una injusticia, quizás a manos
de una persona cercana o incluso querida. Podemos incluso desahogarnos,
lanzando nuestras diatribas ante Dios, nuestros deseos humanos de partir los
dientes al que nos ataca... En esos momentos en que parece que todos nos
abandonan, la súplica confiada de David nos refuerza el ánimo.
Dios escucha. Dios es nuestro escudo y nuestra fuerza. Al
levantarnos, por la mañana, nos protege. Al acostarnos por la noche, vela
nuestro sueño. Acepta nuestras rabietas y nuestros sentimientos. Es un hermoso
salmo para entonar al empezar el día, sobre todo si nos esperan situaciones
desafiantes. El Señor nos sostiene siempre.
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