Según «La paloma de los dioses lejanos». Epigrama de David. Cuando los filisteos lo tenían preso en Gat. Misericordia, Dios mío, que me hostigan, me atacan y me acosan todo el día; todo el día me hostigan mis enemigos, me atacan en masa, oh Altísimo. En el día terrible, yo confío en ti. En Dios, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo: ¿qué podrá hacerme un mortal? Todos los días discuten y planean pensando solo en mi daño; buscan un sitio para espiarme, acechan mis pasos y atentan contra mi vida. Líbrame de su maldad; en tu ira, somete a los pueblos, oh Dios. Anota en tu libro mi vida errante, recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío, mis fatigas en tu libro. Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, y así sabré que eres mi Dios. En Dios, cuya promesa alabo, en el Señor, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo; ¿qué podrá hacerme un hombre? Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias; porque libraste mi