Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Extiendes los cielos como una tienda, 3 construyes tu morada sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza, avanzas en las alas del viento; 4 los vientos te sirven de mensajeros; el fuego llameante, de ministro. 5 Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; 6 la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas; 7 pero a tu bramido huyeron, al fragor de tu trueno se precipitaron, 8 mientras subían los montes y bajaban los valles: cada cual al puesto asignado. 9 Trazaste una frontera que no traspasarán, y no volverán a cubrir la tierra. 10 De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; 11 en ellos beben las fieras de los campos, el asno salvaje apaga su sed; 12 junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto. 13 Desde tu morada riegas los montes, y l