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Escuela de oración

Los salmos unían al pueblo mediante el canto, en el marco de las grandes celebraciones litúrgicas. La música eleva el espíritu y fomenta un sentimiento de comunión con Dios y con los demás.

En las sinagogas, durante la reunión del sábado, también se cantaban salmos, acompañando a las lecturas.

Una forma de reproducir los salmos hoy es cantándolos en las misas o en otros encuentros, como oración comunitaria. Pero también podemos leerlos, memorizar algunos versos y recitarlos como una oración personal.

En algunas Biblias evangélicas se incluyen anexos donde se ofrece orientación: qué salmos o textos leer cuando estamos cansados, tristes, perdiendo la fe, enfermos, agradecidos, afrontando una dificultad, de viaje...

Pero también podemos adoptar el hábito de leer un salmo cada día. Son 150, así que en menos de medio año los habremos leído todos y podemos hacer una segunda ronda para terminar el año. Es una forma de lectura orante.

Los salmos fueron la oración del pueblo de Israel. Con los salmos rezaron los profetas, Jesús, María y los apóstoles. 

¿No sabemos cómo rezar? ¿Nos falta inspiración, palabras o guía? Los salmos son una auténtica escuela de oración, un tesoro que nos ofrece la Biblia.

A la luz de Jesús, su muerte y resurrección, los salmos adquieren un significado especial para los cristianos, pues en ellos se manifiesta la cercanía de Dios y su amor entrañable.


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Salmo 1

Dichoso el hombre que ha puesto su confianza  en el Señor. Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,  ni entra por la senda de los pecadores,  ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. Será como un árbol plantado al borde de la acequia:  da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;  y cuanto emprende tiene buen fin. No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos,  pero el camino de los impíos acaba mal. El primero de todos los salmos expresa un deseo íntimo del ser humano: el anhelo de felicidad.  El profeta Jeremías (Jr 17, 5-8) nos habla de dos tipos de persona: la que sólo confía en sí misma, en su fuerza y en su riqueza, y la que confía en Dios. El que deposita su fe en las cosas materiales o en sí mismo es como cardo en el desierto; el que confía en Dios es árbol bien arraigado que crece junto al agua. Son c

Salmo 4

Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor. Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración. Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?» En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.   Este salmo es una preciosa oración para abrir el espíritu y dejar que la paz, la paz de Dios , la única que es auténtica, nos vaya invadiendo, poco a poco, y calme nuestras tormentas interiores. El salmo habla de sentimientos y situaciones muy humanas: ese aprieto que atenaza nuestro corazón cuando estamos en dificultades o sufrimos carencias; esa falta de luz cuando parece que Dios está ausente y el mundo se nos cae encima. Los problemas nos abruman y podemos tener la sensación, muy a menudo, de que vivimos abandonados y aplastados bajo un peso enorme. Dios da anchura, Dios alivia, Dios arroja lu

Salmo 5

Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, haz caso de mis gritos de auxilio, Rey mío y Dios mío. ¡A ti te suplico, Señor! Por la mañana escuchas mi voz,  por la mañana expongo mi causa y quedo a la espera. Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni es tu huésped el malvado;  no resiste el arrogante tu presencia. Detestas a los malhechores, acabas con los mentirosos; al hombre sanguinario y al traicionero los aborrece el Señor. Pero yo, por tu gran bondad, me atrevo a entrar en tu Casa,  a postrarme en tu santo Templo, lleno de respeto hacia ti. Guíame, Señor, con tu justicia, responde a mis adversarios,  allana el camino a mi paso. Castígalos, oh Dios, haz que fracasen sus planes; Expúlsalos por sus muchos crímenes, porque se han rebelado contra ti. Que se alegren los que se acogen a ti, con júbilo eterno; Protégelos, que se llenen de gozo los que aman tu nombre. Tú bendices al inocente, Señor, y como un escudo lo rodea tu favor.   Este salmo e