Ir al contenido principal

Salmo 31

De David

Sé la roca de mi refugio, Señor.

A ti, Señor, me acojo; no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme.

Sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame. 

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia.

Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor.

 

Es hermoso pronunciar las palabras de este salmo en momentos de duda, inquietud y temor. Es reconfortante saber que Dios nos sostiene siempre, como roca firme. Él nos ampara, nos protege y nos cuida. Nos infunde el valor que, muchas veces, nos falta.

Una de las críticas más frecuentes a la fe y a los creyentes es ese viejo argumento de que la religión no es más que una muleta, un soporte psicológico, un analgésico emocional para personas con psique débil o impresionable. El concepto de religión «aspirina» o muleta espiritual está muy extendido. A éste se le contrapone la idea del hombre libre, autosuficiente, lleno de sí mismo, que se basta y no necesita de un Dios que lo apoye y lo socorra. La desnuda intemperie del ateo se presenta como una opción valiente, razonable y mucho más madura que la confianza ilimitada del hombre de fe.

¿Es esto cierto? ¿Confiar sólo en nosotros mismos significa la plenitud y la madurez espiritual del ser humano? Si miramos hacia nuestra propia vida con realismo, veremos que en nuestro interior laten deseos, pasiones, sentimientos y proyectos quizás muy bellos, pero también descubriremos nuestra innegable y rotunda fragilidad. Ansiamos mucho más de lo que nuestro pequeño mundo interior puede ofrecernos. Nosotros no somos el infinito. No somos Dios. Pero, en cambio, nuestro corazón tiene sed de Él. San Agustín lo experimentó y lo plasmó como pocos en sus Confesiones. Nuestra realidad más profunda es ésta: somos pequeñas conchas que anhelamos llenarnos del mar entero.

Por eso el hombre realista y abierto a la trascendencia sabe que puede confiar muy poco en sus solas fuerzas y recurre a Dios. Nuestro espíritu reposa en Él, nuestra existencia arraiga en su mismo ser. Y Dios siempre está cercano, dispuesto a derramar su amor sobre nosotros. Confiar en él nos hace intrépidos y audaces, capaces de lo que quizás nunca llegamos a soñar.

Quien se abandona en sus manos, verá horizontes insospechados a lo largo de su vida. Y no se dejará hundir cuando las dificultades lo amenacen y lo zarandeen. Nuestra fuerza nos viene de Él.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Salmo 1

Dichoso el hombre que ha puesto su confianza  en el Señor. Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,  ni entra por la senda de los pecadores,  ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. Será como un árbol plantado al borde de la acequia:  da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;  y cuanto emprende tiene buen fin. No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos,  pero el camino de los impíos acaba mal. El primero de todos los salmos expresa un deseo íntimo del ser humano: el anhelo de felicidad.  El profeta Jeremías (Jr 17, 5-8) nos habla de dos tipos de persona: la que sólo confía en sí misma, en su fuerza y en su riqueza, y la que confía en Dios. El que deposita su fe en las cosas materiales o en sí mismo es como cardo en el desierto; el que confía en Dios es árbol bien arraigado que crece junto al agua. Son c

Salmo 4

Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor. Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración. Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?» En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.   Este salmo es una preciosa oración para abrir el espíritu y dejar que la paz, la paz de Dios , la única que es auténtica, nos vaya invadiendo, poco a poco, y calme nuestras tormentas interiores. El salmo habla de sentimientos y situaciones muy humanas: ese aprieto que atenaza nuestro corazón cuando estamos en dificultades o sufrimos carencias; esa falta de luz cuando parece que Dios está ausente y el mundo se nos cae encima. Los problemas nos abruman y podemos tener la sensación, muy a menudo, de que vivimos abandonados y aplastados bajo un peso enorme. Dios da anchura, Dios alivia, Dios arroja lu

Salmo 5

Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, haz caso de mis gritos de auxilio, Rey mío y Dios mío. ¡A ti te suplico, Señor! Por la mañana escuchas mi voz,  por la mañana expongo mi causa y quedo a la espera. Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni es tu huésped el malvado;  no resiste el arrogante tu presencia. Detestas a los malhechores, acabas con los mentirosos; al hombre sanguinario y al traicionero los aborrece el Señor. Pero yo, por tu gran bondad, me atrevo a entrar en tu Casa,  a postrarme en tu santo Templo, lleno de respeto hacia ti. Guíame, Señor, con tu justicia, responde a mis adversarios,  allana el camino a mi paso. Castígalos, oh Dios, haz que fracasen sus planes; Expúlsalos por sus muchos crímenes, porque se han rebelado contra ti. Que se alegren los que se acogen a ti, con júbilo eterno; Protégelos, que se llenen de gozo los que aman tu nombre. Tú bendices al inocente, Señor, y como un escudo lo rodea tu favor.   Este salmo e