Ir al contenido principal

Salmo 50 (49)

Salmo de Asaf

El Dios de los dioses, el Señor, habla: convoca la tierra de oriente a occidente. Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece: viene nuestro Dios, y no callará. Lo precede fuego voraz, lo rodea tempestad violenta. 

Desde lo alto convoca cielo y tierra para juzgar a su pueblo: «Congregadme a mis fieles, que sellaron mi pacto con un sacrificio». Proclame el cielo su justicia; Dios en persona va a juzgar.

«Escucha, pueblo mío, voy a hablarte; Israel, voy a dar testimonio contra ti; —yo soy Dios, tu Dios—. No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mí. Pero no aceptaré un becerro de tu casa, ni un cabrito de tus rebaños. Pues las fieras de la selva son mías, y hay miles de bestias en mis montes; conozco todos los pájaros del cielo, tengo a mano cuanto se agita en los campos.

Si tuviera hambre, no te lo diría; pues el orbe y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo carne de toros, beberé sangre de cabritos? 

Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo e invócame el día del peligro: yo te libraré, y tú me darás gloria». 

Dios dice al pecador: «¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos? 

Cuando ves un ladrón, corres con él; te mezclas con los adúlteros; sueltas tu lengua para el mal, tu boca urde el engaño. Te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre; esto haces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara. 

Atención los que olvidáis a Dios, no sea que os destroce sin remedio. El que me ofrece acción de gracias, ese me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios».

. . .

Este salmo es muy interesante, porque representa un cambio, casi podría decirse una revolución religiosa. Todas las religiones antiguas se basaban en los sacrificios como ofrendas agradables a los dioses. Israel no era diferente. El pacto con su Dios se sellaba con sacrificios: la sangre derramada de las víctimas era una forma de agradecer a Dios sus dones, y al mismo tiempo de purificar los pecados del pueblo.

Sin embargo, los profetas de Israel fueron muy críticos con esta religiosidad. Aun siendo sacerdotes muchos de ellos, vieron que el culto a Dios tenía que ir más allá de unas ofrendas, unas oraciones y un animal quemado sobre un altar. Israel poseía una Ley, un código moral de conducta, que sellaba el pacto con Dios.

Y este salmo de Asaf nos recuerda, como tantos profetas, que Dios no quiere tanto los sacrificios como la sinceridad y la bondad de corazón. Dios no se complace tanto con el culto, como con la justicia. No te reprocharé tus sacrificios, dice. Ya cumples, ya me ofreces tus ritos. Pero, ¿acaso Dios necesita todo eso? El creador de todos los animales no necesita que le ofrezcan ninguno. Si tuviera hambre, no te lo diría, pues el orbe y cuanto lo llena es mío. Tampoco Dios necesita un templo, pues el mundo entero es su palacio. ¿Qué podemos, entonces, ofrecerle a Dios?

Dios reprocha al pecador: cumples mucho y te llenas la boca de preceptos y oraciones, ¡pero haces lo contrario! Hoy diría, a los creyentes de hoy: venís a misa y rezáis mucho, pero ¿qué estáis haciendo en vuestra vida cotidiana? Y el salmo va repasando: este devoto infringe los mandamientos: el séptimo (cuando ves un ladrón, te unes con él); el sexto (te juntas con los adúlteros), el octavo (urdes el engaño); el quinto (te sientas para hablar mal contra tu hermano; recordemos que Jesús equiparó las críticas despiadadas con el matar); el cuarto, contra la piedad filial y fraterna (deshonras al hijo de tu madre; una alusión quizás al incesto).

Es decir, ¿de qué sirve tanto culto y tanto ritual, si no cumples la voluntad de Dios, que es una conducta justa, misericordiosa, de respeto y caridad hacia los demás? El salmo indica qué es lo que de verdad agrada a Dios: un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo e invócame en el peligro. Es decir, lo mejor que podemos ofrecerle a Dios es la gratitud, una vida virtuosa, cumpliendo su voluntad, y la fe: confiar en él siempre, sobre todo en los malos momentos. Yo te libraré y tú me darás gloria. Y así será, porque nuestra vida plena, gozosa y salvada, es la gloria de Dios. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Salmo 1

Dichoso el hombre que ha puesto su confianza  en el Señor. Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,  ni entra por la senda de los pecadores,  ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. Será como un árbol plantado al borde de la acequia:  da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;  y cuanto emprende tiene buen fin. No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos,  pero el camino de los impíos acaba mal. El primero de todos los salmos expresa un deseo íntimo del ser humano: el anhelo de felicidad.  El profeta Jeremías (Jr 17, 5-8) nos habla de dos tipos de persona: la que sólo confía en sí misma, en su fuerza y en su riqueza, y la que confía en Dios. El que deposita su fe en las cosas materiales o en sí mismo es como cardo en el desierto; el que confía en Dios es árbol bien arraigado que crece junto al agua. Son c

Salmo 4

Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor. Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración. Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?» En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.   Este salmo es una preciosa oración para abrir el espíritu y dejar que la paz, la paz de Dios , la única que es auténtica, nos vaya invadiendo, poco a poco, y calme nuestras tormentas interiores. El salmo habla de sentimientos y situaciones muy humanas: ese aprieto que atenaza nuestro corazón cuando estamos en dificultades o sufrimos carencias; esa falta de luz cuando parece que Dios está ausente y el mundo se nos cae encima. Los problemas nos abruman y podemos tener la sensación, muy a menudo, de que vivimos abandonados y aplastados bajo un peso enorme. Dios da anchura, Dios alivia, Dios arroja lu

Salmo 5

Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, haz caso de mis gritos de auxilio, Rey mío y Dios mío. ¡A ti te suplico, Señor! Por la mañana escuchas mi voz,  por la mañana expongo mi causa y quedo a la espera. Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni es tu huésped el malvado;  no resiste el arrogante tu presencia. Detestas a los malhechores, acabas con los mentirosos; al hombre sanguinario y al traicionero los aborrece el Señor. Pero yo, por tu gran bondad, me atrevo a entrar en tu Casa,  a postrarme en tu santo Templo, lleno de respeto hacia ti. Guíame, Señor, con tu justicia, responde a mis adversarios,  allana el camino a mi paso. Castígalos, oh Dios, haz que fracasen sus planes; Expúlsalos por sus muchos crímenes, porque se han rebelado contra ti. Que se alegren los que se acogen a ti, con júbilo eterno; Protégelos, que se llenen de gozo los que aman tu nombre. Tú bendices al inocente, Señor, y como un escudo lo rodea tu favor.   Este salmo e