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Salmo 74 (73)

Poema de Asaf

¿Por qué, oh Dios, nos rechazas para siempre y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño? 

Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo, de la tribu que rescataste para posesión tuya, del monte Sión donde pusiste tu morada. 

Dirige tus pasos a estas ruinas sin remedio; el enemigo ha arrasado del todo el santuario. Rugían los agresores en medio de tu asamblea, levantaron sus propios estandartes. 

Como quien se abre paso entre la espesa arboleda, todos juntos derribaron sus puertas, las abatieron con hachas y mazas. Prendieron fuego a tu santuario, derribaron y profanaron la morada de tu nombre. 

Pensaban: «Acabaremos con ellos», e incendiaron los templos de Dios en el país. 

Ya no vemos nuestros signos, ni hay profeta: nadie entre nosotros sabe hasta cuándo. 

¿Hasta cuándo, oh Dios, nos va a afrentar el enemigo?  ¿No cesará de despreciar tu nombre el adversario? ¿Por qué retraes tu mano izquierda | y tienes tu derecha escondida en el pecho? 

Pero tú, Dios mío, eres rey desde siempre, tú ganaste la victoria en medio de la tierra. 

Tú hendiste con fuerza el mar, rompiste las cabezas del dragón marino; tú aplastaste las cabezas del Leviatán, se lo echaste en pasto a las bestias del mar; tú alumbraste manantiales y torrentes, tú secaste ríos inagotables. 

Tuyo es el día, tuya la noche, tú colocaste la luna y el sol; tú plantaste los linderos del orbe, tú formaste el verano y el invierno. 

Tenlo en cuenta, Señor, que el enemigo te ultraja, que un pueblo insensato desprecia tu nombre; no entregues a los buitres la vida de tu tórtola, ni olvides sin remedio la vida de los pobres. 

Piensa en tu alianza: que los rincones del país están llenos de violencias. Que el humilde no se marche defraudado, que pobres y afligidos alaben tu nombre. 

Levántate, oh Dios, defiende tu causa: recuerda los ultrajes continuos del insensato; no olvides las voces de tus enemigos, el tumulto creciente de los rebeldes contra ti.

. . .

Este salmo responde a un momento histórico traumático para el pueblo de Israel: la conquista de Jerusalén y el reino de Judá por los babilonios, en el siglo VI a.C. Los ejércitos de Nabucodonosor arrasaron las ciudades, quemaron el Templo, saquearon cuanto pudieron y se llevaron al exilio a nobles, ricos y sacerdotes, dejando a las pobres gentes del campo en medio de un panorama desolador.

Israel perdió su territorio, su Templo y su rey. Los exiliados, arrancados de sus raíces, tuvieron que sobrevivir sin sus símbolos religiosos y lejos de su patria, en un país extranjero de cultura rica y poderosa, Babilonia. Cualquier otro pueblo de la antigüedad hubiera perecido para siempre y su memoria se hubiera borrado de la historia. Pero ¿qué sucedió con los judíos?

No se rindieron al desánimo. Lloraron sus penas, sí, como lo vemos en este salmo, donde el autor se lamenta por la devastación a manos de los enemigos. Pero después hicieron lo impensable: lejos de renegar de su Dios y de olvidar el pasado, ¡renovaron su pacto de lealtad con él! Lejos de pensar que Dios era impotente ante el enemigo, reafirmaron su fe en él. En medio de una sociedad politeísta que erigía templos monumentales a sus deidades, los judíos se aferraron a Yahvé, el único, el auténtico y el todopoderoso. Los versos del salmo se recrean en su poder creador, señor de la naturaleza que domina las potencias del cielo y las bestias de la tierra y del mar. Resuenan estos versos con los últimos capítulos del libro de Job, cuando Dios se levanta y responde a las quejas y protestas del hombre airado contra sus desgracias. ¿Quién eres tú para increpar a Dios? ¿Crees que es injusto? ¿Crees que ha sido vencido? ¿Crees que ya no se acuerda de ti, ni cuida de sus fieles?

El salmista dice: ¡No! Dios es, Dios está por sus fieles, Dios rige el universo y no olvidará nuestra causa. Por eso puede cantar y elevar su voz con esperanza en medio de la ruina. La maldad es arrogante, pero la misericordia de Dios es mucho más grande. Esta fe inquebrantable permitió al pueblo de Israel sobrevivir, y así ha sido hasta el día de hoy.

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