Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti.»
No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos.
Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo
libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la
tribulación, lo defenderé, lo glorificaré.»
. . .
El Señor te protege. El Señor envía sus ángeles para que te
guarden. Con estas palabras del salmo el diablo se acerca a Jesús para tentarlo
a arrojarse desde lo alto del templo.
¡Cuántas veces se utilizan las sagradas escrituras, fuera de
contexto y manipuladas, para conseguir lo contrario de lo que pretendían! Este
salmo es un himno de confianza en Dios. En cambio, el demonio utiliza sus
versos para tentar a Jesús con el poder de saberse Hijo de Dios. No lo incita a
confiar en Dios, sino en sus propias fuerzas. En realidad, su proposición es un
desafío, un reto al mismo Dios que lo ha creado.
Este salmo tampoco ha de leerse como si fuera un mero
consuelo. No adoptemos la actitud de aquellos fariseos a los que Jesús
reprendió: «no por exclamar, Señor, Señor, tenéis la salvación asegurada», les
dijo. Las palabras del salmo ahondan más: creer no es un seguro de vida. No
invocamos a Dios para estar tranquilos y protegidos, como dice aquel refrán:
nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Es al revés: cuando nos
arriesgamos a confiar en Él, solamente en Él y a todas, es cuando Dios nos
protege y nos cuida, enviando a sus ángeles. El que vive «a la sombra del
Altísimo» es la persona que ha decidido poner a Dios en el centro de su vida y
de su corazón. Es la persona que confía en Él su vida, sus decisiones, su
vocación, aquello que más quiere. Cuando nos abandonamos en Dios, Él responde
siempre.
Y así es como caminaremos por la vida, con tantos problemas
y preocupaciones como cualquiera, o quizás aún más, pero nada podrá dañarnos
porque vivimos protegidos y amados. Pisaremos áspides y dragones, tal vez nos
tocará abordar situaciones muy conflictivas, incluso engañosas. ¡El demonio
está listo para tender trampas a los fieles al Señor! Pero si confiamos en Él y
lo tenemos presente siempre, nos librará.
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