Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia, se acordó de su misericordia y su fidelidad a favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad.
Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá
el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.
. .
Este salmo resuena con tonos épicos de himno triunfante. La
forma del salmo expresa la grandeza de Dios, su belleza, su poder.
Pero hay un fondo que va más allá de la mera imagen del Dios
victorioso, poderoso y favorecedor de un pueblo escogido.
Dos son las cualidades de este Dios: la misericordia y la
fidelidad. No se habla de violencia, ni de poderío, ni de terror. Dios extiende
su ley, que no es tiranía, sino amor entrañable —misericordia— y apoyo
incansable y leal —fidelidad— al ser humano. Como afirma el Papa Francisco, la misericordia
es mucho más que una cualidad de Dios: es la forma preferente en que se
manifiesta a los hombres, el espacio donde se establece un diálogo de amor
entre creador y criatura.
Dios no es nuestro enemigo ni una fabulación para dominar
las conciencias, como tantos pensadores han proclamado. Dios es nuestro mejor
aliado, aquel que no sólo nos protege y nos cuida, sino que nos hace crecer y
desplegar todas nuestras posibilidades. La justicia de Dios no consiste en
condenar, separar y elegir, sino en perdonar y acoger a todos. La palabra salvación, en hebreo, es un concepto
mucho más rico que el de mero rescate. Salvación significa salud, paz,
prosperidad, felicidad, desarrollo. La salvación de Dios es la gloria y la
plenitud del hombre.
Y, aunque este salmo sea un himno de Israel, ya en sus
versos se atisba la universalidad de Dios. «Aclama al Señor, tierra entera». No
será un solo pueblo, ni una pequeña porción del planeta, la favorecida por
Dios. Como nos recuerda el evangelio, la salvación es para todos. El amor de Dios llega hasta los confines de la tierra.
Allá donde palpite un alma humana, Dios hará llegar la oferta generosa de su
amor.
Comentarios
Publicar un comentario