Israel fue su
dominio.
El mar, al verlos, huyó; el Jordán se echó atrás; los montes saltaron como carneros; las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor, estremécete, tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.
En presencia del Señor, estremécete, tierra. Esta
imagen poderosa nos presenta a un Dios creador que es dueño de todo cuanto
existe y que también dirige la historia para proteger a su pueblo. Tan
grandioso es su poder que, ante su presencia, el mundo se inclina, tiembla y se
dobla. O huye espantado: podemos visualizar un corzo o un cabrito saltando ante
un predador; con el mismo pavor se agitan los montes. Tan grande es Dios.
Si la tierra se estremece, ¿qué no haremos los humanos, que
somos pequeñas partículas de vida pululando sobre el planeta?
No olvides que Dios es grande, nos está diciendo este salmo.
Pero este Dios tan grande es tuyo. Te da la vida y te libera. Acaba con
tus esclavitudes y te otorga la dignidad.
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