1Canción de las subidas.
Y ahora bendecid al Señor
los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor.
2Levantad las
manos hacia el santuario y bendecid al Señor.
3El Señor te
bendiga desde Sión, el que hizo cielo y tierra.
. . .
Otro breve salmo de peregrinación: aquí se canta la alegría
de los que pasan la noche en casa del Señor. Los peregrinos que llegaban a
Jerusalén desde todos los rincones del mundo pernoctaban acampados junto a la Ciudad
Santa. Y muchos debían pasar la noche en vela, junto al templo. Cuando se vive
la emoción de un encuentro esperado, no hay lugar para el sueño. El corazón que
ama permanece en vela.
Y Dios, que contempla desde lo alto la devoción de sus
fieles, los bendice.
Podemos trasladar este cántico a nuestros espacios de
adoración ante el Santísimo. Velamos ante él, pasamos una parte de la noche en su
presencia. Bendecimos al Señor porque está entre nosotros. Y él, desde su lugar
santo, también nos bendice. Decía un teólogo que la finalidad de la oración no
es cambiar a Dios, para que haga lo que nosotros queremos, sino cambiarnos a nosotros,
para que hagamos la voluntad de Dios.
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