1Al Director. Salmo de David.
2Líbrame,
Señor, del malvado, guárdame del hombre violento: 3que planean
maldades en su corazón y todo el día provocan contiendas; 4afilan
sus lenguas como serpientes, con veneno de víboras en los labios.
(Pausa) 5Defiéndeme,
Señor, de la mano perversa; guárdame de los hombres violentos, que preparan
zancadillas a mis pasos. 6Los soberbios me esconden trampas; los
perversos me tienden una red y por el camino me colocan lazos.
(Pausa) 7Pero
yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios»; Señor, atiende a mis gritos de socorro; 8Señor
Dios, mi fuerte salvador, que cubres mi cabeza el día de la batalla. 9Señor,
no le concedas sus deseos al malvado, no des éxito a sus proyectos.
(Pausa) 10Levantan
la cabeza los que me rodean, la iniquidad de sus labios los cubra. 11Caigan
sobre ellos carbones encendidos, arrójalos en la fosa y no se levanten. 12No
arraigue en la tierra el deslenguado, el mal persiga al violento hasta
desterrarlo.
13Yo sé que el
Señor hace justicia al afligido y defiende el derecho del pobre. 14Los
justos alabarán tu nombre, los honrados habitarán en tu presencia.
. . .
¿Cómo traducir este salmo en palabras actuales, en boca de
un hombre o mujer de hoy? Quizás así...
Dios mío, vivo acosado. Gentes malas me calumnian, critican
a mis espaldas, me despellejan vivo. Quieren que caiga, traman contra mí.
¡Señor, ayúdame! Porque tú eres mi refugio, mi salvavidas en
medio de la tempestad. Tú me proteges con casco y escudo, tú me cuidas.
Señor, sé que no debo desear mal a nadie, pero ellos sí lo
hacen contra mí. Y ¡no puedo contener mis deseos! Quiero que traguen del mismo
veneno, quiero que reciban su merecido. ¡Que fracasen sus planes! ¡Que se den con
un canto en los dientes!
Me golpean como a un saco de boxeo. Me duelen sus palabras,
Señor, como pedradas. ¡Que les caiga encima todo lo que arrojan sobre mí! ¿Por
qué los dejas seguir con sus planes, Señor? ¡Échalos fuera! ¡Apártalos!
Dios mío, el mundo es injusto, pero quiero creer en tu
justicia. Quiero creer que tú estás de mi parte.
Quiero creer y creo. Un día, levantaré la cabeza y cantaré
para ti. Me librarás de la tormenta y podré celebrarlo, agradecido.
Dios mío, no abandones a los que creemos en ti. Defiéndenos,
porque no queremos maldad. Tú eres justo, Señor. Quiero creerlo y lo creo.
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