1De David.
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea; 2mi
bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y refugio, que
me somete los pueblos.
3Señor, ¿qué es
el hombre para que te fijes en él? ¿Qué los hijos de Adán para que pienses en
ellos?
4El hombre es
igual que un soplo; sus días, una sombra que pasa. 5Señor,
inclina tu cielo y desciende; toca los montes, y echarán humo; 6fulmina
el rayo y dispérsalos; dispara tus saetas y desbarátalos.
7Extiende la
mano desde arriba: defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas, de la mano de
los extranjeros, 8cuya boca dice falsedades, cuya diestra jura
en falso.
9Dios mío, te
cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas: 10para
ti que das la victoria a los reyes, y salvas a David, tu siervo, de la espada
maligna.
11Defiéndeme y
líbrame de la mano de los extranjeros, cuya boca dice falsedades, cuya diestra
jura en falso.
12Sean nuestros
hijos un plantío, crecidos desde su adolescencia; nuestras hijas sean columnas
talladas, estructura de un templo; 13que
nuestros silos estén repletos de frutos de toda especie; que nuestros rebaños a
millares se multipliquen en las praderas, 14y nuestros bueyes
vengan cargados; que no haya brechas ni aberturas, ni alarma en nuestras
plazas.
15Dichoso el
pueblo que esto tiene, dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
. . .
Este salmo de David recoge las grandes aspiraciones de un
rey. Trasladadas a un plano cotidiano, son también las aspiraciones de
cualquier hombre o mujer de todos los tiempos.
Protección de Dios: hoy vivimos en una sociedad descreída,
pero la inmensa mayoría de la humanidad, durante casi toda la historia, ha
creído en un cielo habitado por Dios o por dioses, divinidades que rigen el
destino humano y que pueden ser protectoras. Para un creyente, la amistad con
su Creador divino es esencial, y contar con su protección es fuente de
esperanza y fortaleza en medio de las dificultades.
Defensa ante los enemigos: la vida de todo rey pendía
de un hilo. Sentarse en un trono suponía enemigos, y por eso era crucial mantenerlos
alejados, o aún mejor: derrotarlos. Hoy podríamos decir que necesitamos protegernos
de enemigos más sutiles que quieren minar y destruir poco a poco nuestra
vida. Vivamos atentos y pidamos fuerza para no caer ante ellos, porque muchas
son las trampas que nos tienden, a través de los medios, el consumismo, la
publicidad e incluso nuestros gobiernos.
Descendencia: todo hombre y toda mujer, al menos
hasta hace poco, y todavía en muchos lugares del mundo, desea perpetuar su
nombre y su memoria. Sean nuestros hijos un plantío... El sueño de millones
de seres humanos es formar una familia y ver crecer a sus hijos y nietos con
paz y alegría. Es un deseo genuino e innato, que llena de gozo y plenitud.
Abundancia y prosperidad: todos queremos tener los
silos llenos y recibir el fruto de nuestro esfuerzo para vivir con dignidad
y disfrutando de nuestros bienes.
Paz en el país: también deseamos vivir en un entorno
ordenado, tranquilo y en paz. Es un deseo y una necesidad acuciante, sobre todo
en países donde la violencia se adueña de las calles y nadie puede vivir
seguro. Cuántas personas emigran porque en su tierra no tienen la seguridad
garantizada, ni siquiera el sustento, ni el futuro de sus hijos. Una sociedad
sin robos, sin asesinatos, sin miedo y sin desconfianzas, sin brechas ni
aberturas, sin alarma en nuestras plazas, siempre ha sido deseable, como
vemos, desde tiempos muy antiguos.
Protección de Dios, defensa ante el mal, familia, paz,
prosperidad. Con este salmo se pueden pedir todas estas cosas necesarias. Pero
recordemos: Dios no trabaja solo y respeta nuestra libertad. Está en nuestras
manos construir un mundo donde se haga su voluntad.
Comentarios
Publicar un comentario