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Mostrando entradas de agosto, 2024

Salmo 138 (137)

1 De David. Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste las palabras de mi boca; delante de los ángeles tañeré para ti;  2 me postraré hacia tu santuario, daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera tu fama.  3 Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma.  4 Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca;  5 canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande.  6 El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio.  7 Cuando camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu mano contra la ira de mi enemigo,   y tu derecha me salva.  8 El Señor completará sus favores conmigo. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.  . . . Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor de mi alma. Podríamos recitar este verso, como una jaculatoria o un mantra, al decir de hoy, durante todo el día. La p

Salmo 137 (136)

  1 Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;  2 en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras.  3 Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sión».  4 ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera!  5 Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha;  6 que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías.  7 A los idumeos, Señor, tenles en cuenta el día de Jerusalén, cuando decían: «¡Desnudadla, desnudadla hasta los cimientos!».  8 ¡Capital de Babilonia, destructora, dichoso quien te devuelva el mal que nos has hecho!  9 ¡Dichoso quien agarre y estrelle a tus hijos contra la peña! . . . Este salmo fue escrito en los tiempos en que los israelitas, destruido su reino, su ciudad y su templo, vivían exiliados en Babilonia. Sentados junto a los ríos de la opulenta ciudad extra

Salmo 136 (135)

1Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia.  2 Dad gracias al Dios de los dioses: porque es eterna su misericordia.  3 Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia.  4 Solo él hizo grandes maravillas: porque es eterna su misericordia.  5 Él hizo sabiamente los cielos: porque es eterna su misericordia.  6 Él afianzó sobre las aguas la tierra: porque es eterna su misericordia.  7 Él hizo lumbreras gigantes: porque es eterna su misericordia.  8 El sol para regir el día: porque es eterna su misericordia.  9 La luna y las estrellas para regir la noche: porque es eterna su misericordia.  10 Él hirió a Egipto en sus primogénitos: porque es eterna su misericordia.  11 Y sacó a Israel de aquel país: porque es eterna su misericordia.  12 Con mano poderosa, con brazo extendido: porque es eterna su misericordia.  13 Él dividió en dos partes el mar Rojo: porque es eterna su misericordia.  14 Y condujo por en medio a Israel: porque es ete

Salmo 135 (134)

  1 ¡Aleluya! Alabad el nombre del Señor, alabadlo, siervos del Señor,  2 que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios.  3 Alabad al Señor porque es bueno, tañed para su nombre, que es amable.  4 Porque el Señor se escogió a Jacob, | a Israel en posesión suya.  5 Yo sé que el Señor es grande, nuestro Dios más que todos los dioses.  6 El Señor todo lo que quiere lo hace: en el cielo y en la tierra, en los mares y en los océanos.  7 Hace subir las nubes desde el horizonte, con los relámpagos desata la lluvia, suelta los vientos de sus silos.  8 Él hirió a los primogénitos de Egipto, desde los hombres hasta los animales.  9 Envió signos y prodigios —en medio de ti, Egipto— contra el faraón y sus ministros.  10 Hirió de muerte a pueblos numerosos, mató a reyes poderosos:  11 a Sijón, rey de los amorreos; a Hog, rey de Basán; a todos los reyes de Canaán.  12 Y dio su tierra en heredad, en heredad a Israel, su pueblo.  13 Señor, tu nombre es eterno; S

Salmo 134 (133)

1Canción de las subidas. Y ahora bendecid al Señor los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor.  2 Levantad las manos hacia el santuario y bendecid al Señor.  3 El Señor te bendiga desde Sión, el que hizo cielo y tierra. . . . Otro breve salmo de peregrinación : aquí se canta la alegría de los que pasan la noche en casa del Señor. Los peregrinos que llegaban a Jerusalén desde todos los rincones del mundo pernoctaban acampados junto a la Ciudad Santa. Y muchos debían pasar la noche en vela, junto al templo. Cuando se vive la emoción de un encuentro esperado, no hay lugar para el sueño. El corazón que ama permanece en vela . Y Dios, que contempla desde lo alto la devoción de sus fieles, los bendice. Podemos trasladar este cántico a nuestros espacios de adoración ante el Santísimo. Velamos ante él, pasamos una parte de la noche en su presencia. Bendecimos al Señor porque está entre nosotros. Y él, desde su lugar santo, también nos bendice. Decía un t

Salmo 133 (132)

1Canción de las subidas. De David . Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos.  2 Es ungüento precioso en la cabeza, que va bajando por la barba, que baja por la barba de Aarón, hasta la franja de su ornamento.  3 Es rocío del Hermón, que va bajando sobre el monte Sión. Porque allí manda el Señor la bendición: la vida para siempre. . . . Este breve cantar es una joya: con imágenes muy sensoriales, bellas y placenteras, nos habla del gozo de la hermandad. Todos lo sabemos, ¡qué a gusto nos encontramos entre amigos, entre hermanos, entre familiares, cuando entre nosotros reina la concordia! Qué dulce, qué grato es sentir el fuego de la amistad, el calor de un hogar, la compañía de los seres queridos. El salmo 133 nos recuerda que las experiencias más hermosas, las que dejan huella, no las vivimos solos. La convivencia nos transforma y nos renueva. La experiencia de Dios también se vive en comunidad. El ungüento que baja desde la cabeza hasta la barba nos

Salmo 132 (131)

1Canción de las subidas . Señor, tenle en cuenta a David todos sus afanes:  2 cómo juró al Señor e hizo voto al Fuerte de Jacob:  3 «No entraré bajo el techo de mi casa, no subiré al lecho de mi descanso,  4 no daré sueño a mis ojos, ni reposo a mis párpados,  5 hasta que encuentre un lugar para el Señor, una morada para el Fuerte de Jacob».  6 Oímos que estaba en Efratá, la encontramos en el Soto de Jaar:  7 entremos en su morada, postrémonos ante el estrado de sus pies.  8 Levántate, Señor, ven a tu mansión, ven con el arca de tu poder:  9 que tus sacerdotes se vistan de justicia, que tus fieles vitoreen.  10 Por amor a tu siervo David, no niegues audiencia a tu Ungido.  11 El Señor ha jurado a David una promesa que no retractará: «A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.  12 Si tus hijos guardan mi alianza y los mandatos que les enseño, también sus hijos, por siempre, se sentarán sobre tu trono».  13 Porque el Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella:  14 «Esta e

Salmo 131 (130)

Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor. Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad. Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.  . . . Si la paternidad ha sido tradicionalmente una imagen para describir a Dios, la maternidad no lo es menos. El Dios de Israel, que Jesús nos reveló como “papá”, cercano y bueno, es también maternal. Su amor es comparable a la ternura con que una madre mira a su pequeño, acurrucado en su regazo. Pero aún es mucho mayor. Y así es como el salmo describe la paz. La paz interior, que tantos ansiamos, no se encuentra en las técnicas respiratorias ni ascéticas, ni en hundirse en nuestro abismo interno, ni en apartarse del mundo y buscar el mero silencio exterior. La paz está en dejarse mecer por ese amor tan grande que nos envuelve, como el de una madre. “Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor”. Es a la

Salmo 130 (129)

  Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.   Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz: estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.   Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora. Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos. . . .  Para muchas personas, religión es sinónimo de sentimiento de culpa . Se acusa al judaísmo y al cristianismo de fomentar un miedo y un desprecio de sí mismo que provoca neurosis y una caída de la autoestima. Decía un padre jesuita que la consciencia del pecado es un don, pero de nada sirve reconocerse pecador si no es en oración, ante Dios. Por un lado, se necesita humildad y claridad interior para admitir que no somos per

Salmo 129 (128)

Canción de las subidas. ¡Cuánta guerra me han hecho desde mi juventud —que lo diga Israel—,  2 cuánta guerra me han hecho desde mi juventud, pero no pudieron conmigo!  3 En mis espaldas metieron el arado y alargaron los surcos.  4 Pero el Señor, que es justo, rompió las coyundas de los malvados.  5 Retrocedan avergonzados los que odian a Sión;  6 sean como la hierba del tejado, que se seca y nadie la siega;  7 que no llena la mano del segador ni la brazada del que agavilla;  8 ni le dicen los que pasan: «Que el Señor te bendiga.  Os bendecimos en el nombre del Señor». . . . ¡Cuánta guerra me han hecho desde joven! Exclamación que responde bien a la vida del rey David, el gran compositor de salmos. Siempre bregando contra numerosos enemigos, pero siempre vencedor. David es agradecido; nunca se atribuye el mérito a sí mismo , sino que lo da a Dios. Por eso, en los peores momentos de su vida, no se hundió ni se dejó abatir por el desánimo. ¿Por qué algunas personas, sufriend

Salmo 128 (127)

Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida. Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida. Que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel! . . . Este es un salmo de alabanza. Hay en él una loanza doble: a Dios, que reparte sus bendiciones y que vela por nosotros «todos los días de nuestra vida», y al justo que sigue los caminos del Señor . A través de imágenes sencillas y expresivas, el salmista nos muestra qué dones recibe el que «teme al Señor»: son aquellos que todo hombre de aquella época podría considerar los mayores bienes: una esposa fecunda, un hogar próspero, hijos sanos y hermosos, salud y una descendencia numerosa. Hoy, t

Salmo 127 (126)

  1 Canción de las subidas. De Salomón . Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.  2 Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!  3 La herencia que da el Señor son los hijos; su salario, el fruto del vientre:  4 son saetas en manos de un guerrero los hijos de la juventud.  5 Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza. . . . Qué lección nos da este salmo. Por mucho que trabajemos y nos esforcemos, si el Señor no está con nosotros, actuando por nuestras manos, de nada servirá cuanto hagamos. Alguien podría argumentar: este salmo llama a la pereza y a la credulidad. Como Dios me da el pan, ¿para qué trabajar y afanarme? Hay que entender el texto. No es que los antiguos judíos rechazaran el trabajo y el esfuerzo, ¡pocos puebl

Salmo 126 (125)

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,  nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,  la lengua de cantares. Hasta los gentiles decían:  «El Señor ha estado grande con ellos.» El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Que el Señor cambie nuestra suerte,  como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. Al ir, iba llorando, llevando la semilla;  al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. . . . Hoy nos encontramos con un salmo exultante, gozoso, agradecido. Es el cántico del pueblo —de la persona— que se siente amado por Dios y ve cómo Él ha intervenido en su vida. Las imágenes del salmo son hermosas. Los torrentes del Negueb, como todo arroyo que corre por el desierto, pueden pasar meses de sequía, con sus cauces arenosos y estériles. Y, cuando llegan las lluvias, en cambio, bajan caudalosos. Dios es la lluvia que transforma nuestras vidas. Otra imagen del salmo nos recuerda aquel evangelio del semb

Salmo 125 (124)

  1 Canción de las subidas. Los que confían en el Señor son como el monte Sión:  no tiembla, está asentado para siempre.  2 Jerusalén está rodeada de montañas,  y el Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.  3 No descansará el cetro de los malvados  sobre el lote de los justos, no sea que los justos  extiendan su mano a la maldad.  4 Señor, concede bienes a los buenos, a los sinceros de corazón;  5 y a los que se desvían por sendas tortuosas,  que los rechace el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel! . . . Continuamos peregrinando hacia Jerusalén con una nueva canción de las subidas. Pongámonos en la piel de estos peregrinos judíos hacia su hermosa Ciudad Santa, la meta de sus esfuerzo, el lugar del gozo porque allí se encuentran con su Dios. Los que confían en el Señor son como el monte Sion. La persona que confía en Dios es una roca firme. Esta imagen contrasta con la consciencia que tenemos de nuestra fragilidad. ¿Somos fuertes o débiles? ¿Aparentamos más firm

Salmo 124 (123)

1Canción de las subidas. De David. Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte —que lo diga Israel—,  2 si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres,  3 nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros.  4 Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello;  5 nos habrían llegado hasta el cuello las aguas impetuosas.  6 Bendito el Señor, que no nos entregó en presa a sus dientes;  7 hemos salvado la vida, como un pájaro de la trampa del cazador:   la trampa se rompió, y escapamos.  8 Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra. . . . Seguimos con esta serie de salmos de las subidas, las subidas a Jerusalén. Durante su caminar, los peregrinos recuerdan. La memoria recoge la historia del pueblo , las vicisitudes de sus antepasados, que son también la historia de su vida, de su ahora. Una experiencia de liberación y salvación se puede trasladar al presente. También nosotros, h

Salmo 123 (122)

Canción de las subidas. A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores. Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia. Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos. . . . Hay una canción tradicional de nuestra liturgia que canta los versos de este salmo, tomando como estribillo el primero: «A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. A ti levanto mis ojos porque espero tu misericordia». Es una canción de súplica, que brota de labios del hombre cansado, abatido, esclavizado . El salmo repite la palabra esclavo , y en él se da un movimiento ascendente. Desde la profundidad del abismo, cuando el hombre ha tocado fondo y ya no puede descender más, entonces es cuando lo único que le q

Salmo 122 (121)

1Canción de las subidas. De David. ¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!  2 Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.  3 Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.  4 Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor;  5 en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David.  6 Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman,  7 haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios».  8 Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo».  9 Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien. . . . Las palabras de este salmo nos resultan muy familiares, pues son un cántico muy conocido que tradicionalmente ha resonado en nuestras iglesias. Es un salmo de alegría y de triunfo, que nos habla de un lugar, Jerusalén, como casa del Señor . Nos habla de justicia y, en el resto del salmo que no se lee, se habla también de la paz deseada para qu

Salmo 121 (120)

Canción de las subidas. Levanto mis ojos al monte. ¿De dónde me vendrá el auxilio? El auxilio viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel. El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas ahora y por siempre. . . . Cuando nos vemos envueltos en dificultades y problemas, cuando nos sentimos angustiados o vemos peligrar nuestra integridad, física o emocional, es cuando, muchas veces, nos acordamos de rezar. Dios siempre está ahí, y es realmente un gran apoyo y consuelo . Qué lástima que lo olvidemos cuando las cosas van bien y, en cambio, nos acordemos de él cuando el miedo y el dolor nos acosan. Entonces creemos necesitarlo más que nunca y, si somos personas de fe, recurrimos a él, como reza el salmo: “levanto mis ojos a los mont

Salmo 120 (119)

  1 Canción de las subidas. En mi aflicción llamé al Señor, y él me respondió.  2 Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.  3 ¿Qué te va a dar o mandarte Dios, lengua traidora? 4 Flechas de arquero, afiladas con ascuas de retama.  5 ¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar!  6 Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz.  7 Cuando yo digo: «Paz», ellos dicen: «Guerra». . . . Este salmo se cantaba en las peregrinaciones a Jerusalén, por las fiestas. Imaginemos a los peregrinos en marcha, quizás encarando algún tramo cuesta arriba, o quizás una recta amplia desde donde podían divisar, a lo lejos, la Ciudad Santa, encaramada sobre el monte Sion. En mi aflicción llamé al Señor y él me respondió . En nuestro camino por la vida hay tramos difíciles, tenemos batallas que librar y a menudo nos tenemos que enfrentar con la mentira, la calumnia o el malquerer de otros. El salmo también recoge una imprecación: ¿Qué te va a dar o mandarte Dios, le

Salmo 119 (118)

1 Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; 2 dichoso el que guardando sus preceptos lo busca de todo corazón; 3 el que, sin cometer iniquidad, anda por sus senderos. 4 Tú promulgas tus decretos para que se observen exactamente. 5 Ojalá esté firme mi camino para cumplir tus consignas. 15 Medito tus mandatos y me fijo en tus sendas; 16 tus decretos son mi delicia, no olvidaré tus palabras. 17 Haz bien a tu siervo; viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad. 33 Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente. 34 Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón. . . .  Es este un salmo larguísimo (sólo reproducimos unos pocos versos de los 176 que tiene en total). En él afloran conceptos que nuestra cultura de hoy tiende a contraponer e incluso a enfrentar: la ley y el corazón; la norma y la libre voluntad; la obediencia y la libertad. ¿Es posible reconciliarlos? Par

Salmo 118 (117)

1Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.  2 Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.  3 Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.  4 Digan los que temen al Señor: eterna es su misericordia.  5 En el peligro grité al Señor, y el Señor me escuchó, poniéndome a salvo.  6 El Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre?  7 El Señor está conmigo y me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.  8 Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres,  9 mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes.  10 Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé;  11 me rodeaban cerrando el cerco, en el nombre del Señor los rechacé;  12 me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego en las zarzas; en el nombre del Señor los rechacé.  13 Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó;  14 el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.  15 Escuchad: hay cantos de victoria en